VIVIENDA. El nuevo proyecto social está ubicado en Ovejería Alto, donde fueron trasladados 100 beneficiados que provienen de los campamentos Caipulli, Puerto Aravena y Ferroviario, quienes por décadas estuvieron emplazados en Ovejería Bajo.

Verónica Salgado

Emoción, alegría y nostalgia eran algunos de los sentimientos que embargaban a las más de 100 familias de los campamentos Caipulli, Puerto Aravena y Ferroviario, ubicados en Ovejería Bajo, que luego de décadas de espera cumplieron el sueño de la casa propia al trasladarse hasta el conjunto habitacional social «Alto Esperanza», ubicado en Ovejería Alto.

La entrega de las viviendas sociales construidas por el Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu) es una de las más grandes de los últimos años, básicamente por el cierre de campamentos tan antiguos como el Caipulli que estuvo operativo más de medio siglo.

El anterior fue en agosto del 2015, que benefició a 159 familias pero provenientes de siete asentamientos diferentes. Con ello sólo se logró el cierre definitivo de la toma irregular Nueva Esperanza, emplazada en una ladera de Rahue Alto donde vivían 23 familias.

Adicionalmente, también significa una reducción en el número de personas viviendo en asentamientos irregulares en la comuna, que según cifras entregadas por Techo Chile en julio de este año, son más 760 familias, superando incluso a Puerto Montt en la Región.

Llaves

La ceremonia de entrega de las llaves se realizó la tarde de ayer en la capilla Testigos de la Misericordia, ubicada en calle Mantos Blancos a metros del proyecto habitacional, donde estuvieron presentes autoridades comunales, provinciales, regionales y familiares de los beneficiados.

El desarme de las mediaguas y el traslado de las pertenencias comenzó pasadas las 18 horas gracias a la habilitación de camiones y personal municipal, que durante tres días estarán apoyando a las familias en el cambio de domicilio.

Paralelamente se inició el proceso de recuperación luego de más de 50 años de ocupación ilegal de los terrenos de propiedad de la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE), gracias al cierre definitivo de los campamentos Caipulli y Ferroviario.

Lo mismo ocurrirá con los suelos municipales y de Bienes Nacionales donde estuvo ubicado por tres décadas el campamento Puerto Aravena. Dicha zona dará paso a la continuación de la costanera asociada al Parque Bellavista.

Vendiendo escobas

Entre los beneficiados se encuentra Luisa Fernández, de 97 años, quien no puede contener su emoción al tocar las paredes, mirar el piso y observar la luz que ingresa por las ventanas de su casa propia tan distinta a la que fue su húmeda, oscura y fría morada por más de 50 años en Caipulli.

«En mi vida pocas veces he dormido en un lugar seguro, iluminado y confortable… quizás en mi niñez mientras estaba al cuidado de unas monjitas. Llegué al campamento Caipulli con seis hijos pequeños, cuando sólo habían otras dos familias. Mi primera casa fue un nylon que nos protegía de la lluvia, de eso han pasado más de 40 años, muchas noches de frío, miedo y días de hambre. Pero nunca abandoné el sueño que hoy (ayer) se cumple al tener una casa propia», explicó.

Crió a sus hijos y ahorró para la casa propia fabricando y vendiendo escobas de paja, oficio que también enseñó a sus hijos a medida que fueron creciendo para poder generar mayores ingresos al hogar.

La adulta mayor vive junto a su hijo menor, Jorge Águila de 48 años, quien el viernes estaba temprano desarmando la mediagua y embalando los pocas pertenencias, entre las que destaca una cocina a leña que llevarán a su nuevo hogar.

«De mis otros hijos nunca más supe, simplemente me olvidaron. Pero no importa, sólo espero estén bien. Este cambio igual me sensibiliza porque poseo tantos recuerdos vividos, buenos y malos, pero tengo la tranquilidad que mis últimos días serán de calma y sin frío», comentó Luisa Fernández.

Costuras con amor

Blanca Guerra (35 años) junto a sus hijos José de 11 años y Héctor de 6 años, ordenaron las cosas que trasladarán desde la mediagua que fue su hogar por nueve años en el campamento Puerto Aravena hasta su nueva casa en Ovejería Alto.

La madre soltera es oriunda de San Juan de la Costa, desde donde salió a los 16 años para ir a trabajar como asesora del hogar en Santiago, lo que no resultó como planeaba debiendo retornar al sur nueve años después con un hijo de un año en brazos y sin ninguna red de apoyo.

«Llegué a vivir al campamento por necesidad, era mi única opción ya que no tenía trabajo, dinero o un lugar donde ir. Me acogió una familia evangélica, fueron mi apoyo. Mi sueño de la casa propia nace con mi primer hijo y se incrementa con el segundo. Esta realidad de un campamento es dura, inviernos de temor por si sube el río, el frío, las camas húmedas y la discriminación de la que muchas veces somos víctimas», explicó la mujer.

De hecho el proceso para concretar el proyecto enfrentó un rechazo manifestado por algunas familias de la Villa Jardín del Alto -sector que colinda con las nuevas viviendas- que se oponían a que sus futuros vecinos fueran personas provenientes de asentamientos irregulares.

Incluso en octubre del 2014 increparon a diversas autoridades durante una reunión realizada en el sector argumentando que sus futuros vecinos no eran un aporte al sector.

Blanca recuerda esos momentos con mucha tristeza, ya que ella trabajaba haciendo el aseo en casas del sector y escuchó muchas veces cosas horribles sobre la gente de campamentos sin saber que ella vivía en uno.

«Es muy injusto porque yo trabajé mucho, mañanas haciendo aseo en 4 a 5 casas, por las tardes realizaba costuras de sábanas, cortinas y arreglos de ropa para reunir el ahorro de mi casa, mientras un grupo de personas aseguraba que éramos flojos, ladrones, entre otras cosas todas negativas y mentiras», comentó.

Cambio de vida

Las historias de Luisa y Blanca son un espejo de la realidad que enfrentaron durante bastante tiempo las familias que inician una nueva etapa en el proyecto social «Alto Esperanza». Sin embargo, aún quedan otras cientos de familias en situaciones similares a la espera de un hogar.

Paola Carrasco, dirigente del campamento Caipulli, comentó que el cambio de vida que comenzó con la entrega de las llaves, significó abrir la puerta a un nuevo futuro donde se acabaron las noches de frío y miedo al desalojo.

Rolando Delgado, dirigente del campamento Puerto Aravena, agradeció la paciencia y apoyo de todas las familias -muchas de ellas durante décadas- que mantuvieron viva la esperanza de algún día tener una casa donde criar a sus hijos.

Hardy Grandjean, director regional del Serviu, destacó que la entrega de las viviendas es simbólica porque significa una integración social para todas las familias.

«Ver que el esfuerzo y espera de toda estas familias valió la pena es una tranquilidad para todos los que aportamos desde el Gobierno, municipio y privados al proyecto», dijo.

«Ver que el esfuerzo y espera de toda estas familias valió la pena es una tranquilidad para todos los que aportamos».

Hardy Grandjean, Director regional de Serviu»

767 familiasviven en los 10 campamentos catastrados por Techo Chile en Osorno, la mayoría ubicado en Rahue Alto. De hecho, la comuna es líder en la Región en este tema por sobre Pto. Montt.

3 campamentosubicados en Ovejería Bajo están en proceso de erradicación (Caipulli, Puerto Aravena y Ferroviario) el que comenzó con el traslado de las 100 familias a su nueva casa en Ovejería Alto.

159 familias provenientes de siete campamentos recibieron su casa propia en agosto del 2015, pero no tuvo la magnitud de la entrega concretada ayer que implica el cierre de históricas tomas.

 

FUENTE: http://www.australosorno.cl/impresa/2017/09/02/full/cuerpo-principal/2/